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VIAJE DE RECUERDOS

Como puedes explicar un sentimiento, esa era mi más grande duda.

 

Lo inexplicable tomaba forma en la mente de un chico que con libreta y pluma escribía los más grandes pensamientos de sí mismo.

El bus partiría, pero no dejaba nada, mi más grande tesoro yacía en una ciudad diferente, la historia de ella ahora no es lo importante, aunque ella fuese el amor de mi vida, en tan solo unos meses.

 

Solía ser un tipo común, sin pareja y conforme con la soledad que me cubría, abandonando la idea de esas sensaciones que vives en el acto carnal que causa una felicidad temporal, cambiando unos pechos por una pantalla, y conformándome con ver un cristal en lo que intentaba llegar al orgasmo. No tenía pareja y sentía no necesitarla.

 

Aquí entra ella, una chica segura de sí misma, con una sonrisa encantadora, debo disculparme por la falta de detalles, la memoria hace tiempo que me traiciono, solo puedo recordar su hermosa sonrisa y el brillo de su mirada, aunque tuviese unos ojos contrastando su alma pura y clara cual manantial, recuerdo su hermoso cabello, cuando entre besos terminaba en mi boca, no me quejo de ello, ahora es algo bonito que recordar como sus brackets, que aunque ya estuviese en los últimos meses, no impidió algunos golpeteos entre ellos y mis dientes.

 

Por otra parte, podría recordar sus curvas desnudas en una cálida noche de fin de año, donde la luz natural de la luna me hacía creer que esto no era cierto, que un simple mortal no podía merecer aquel ángel, aquella noche supe lo que era amar, no por la simple relación carnal, esta nunca existió.

 

Aunque admitirlo me devuelva al fin de una de las mejores noches que he vivido, la verdad nunca tuve una relación sexual con aquella dama, a veces el destino se empeña en algo y aquella vez se empeñó en mí, o eso pensé.

Al final de la noche volví a ver esa figura a la luz de la luna, unos pequeños pechos que hacían juego perfecto con aquella figura de reloj de arena, caderas que denotaban el trasero, piernas que causaban un deseo carnal al querer hundirse entre ellas para nunca volver a salir, eran preciosas aquellas columnas de la vida. Era una chica no muy alta pues no llegaba a un metro setenta. Eso recuerdo de aquel día, donde mi propio edén fue estar entre sus piernas sin nada más que nuestras almas rozando, causando alegría con la lengua, casi pagando una deuda de placer.

 

Nunca necesitamos los sexos para hacernos felices y de aquella noche pasaremos a mi favorita,  pues aunque verla como diosa fue mi vida, verla humana dejo una marca en mi alma que nunca se borrará.

Olvidé mucho de esa noche, pero no por otra razón si no por salud, pues daría mi vida por volver a vivirla, pero el tiempo pasó y es algo que no podemos devolver.

 

Así que allí estábamos acostados, ella dormía como una princesita aunque el ejemplo no es el correcto pues la realidad era que con aquellos ojitos cerrados no hacía más que demostrarme la belleza humana en su máximo esplendor, se había pasado la hora de irse, pero no quería despertarla ¡No por dios! Seguimos de largo, una hora después ella se despertó, con prisa se levantó de la cama, era muy tarde y el camino sería peligroso, lo menos que pude hacer fue acompañarla a la casa, sabía que había valido la pena, nunca dormí pero contemplarla, aquello fue lo más hermoso, aún recuerdo su pequeña sonrisa de tranquilidad. Aquel día nunca se repitió, por lo menos nunca fuera de mi cabeza.

 

Verla diosa, y luego humana… Cuando ves a la mujer que amas de las dos formas aprendes que el amor es verla a los ojos y saber que no necesitaras más que a ella para ser feliz.

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