
1/9/2015
De nuevo, ha comenzado a llover, las gotas transparentes se deslizan por el cristal del café mientras el calor y el olor a grano inundan el lugar, permitiéndome nadar en las inmensas lagunas del pensamiento.
Mientras se enfría mi café pienso, que quizá solo soy un vago bien vestido, caminando sobre las losas sueltas de la ciudad, a veces con propósito,a veces sin rumbo fijo, pienso que lo importante es caminar, seguir moviéndome y no dejarme atrapar por la rutina, pero es quizá la rutina de camirar huyendo de la monotonía lo que me tiene ya atrapado, esperndo para el golpe final y verme vencido.
Llegue a la idea, que si este lío se solucionase con un adiós, seremos infelices, tal vez hasta en igual medida.
¿Cómo me permití llegar a esa idea? El adiós es lo que menos deseo, por más razones de las que quisiera anotar aquí. Me estoy ahogando en mis mares de pensamientos.
Sigo bordeando la taza de café con mi dedo índice, ha empezado a enfriarse, igual que mi ánimo y mi optimismo. Alguna vez le dije que estabamos en una carretera nublada, donde con claridad no sabíamos a dónde nos dirigíamos, pero sin embargo, estábamos intentando seguir adelante, y llegar a donde hubiese que llegar <<intentar>> con ella nunca quise solo intentarlo, para mí, vale más que eso, siempre. Sucumbí a mi lado cursi.
Tengo mucho por hacer, y de repente no me importa, toda mi lista de pendientes se encuentra ahora en un alejado rincón de mi cabeza, donde no llega mi preocupación, sin embargo debo centrarme, pensar con cabeza fría todo este asunto que, acaba con mi concentración, y deja la puerta abierta a un miedo casi infantil.
Debo permitirme ser realista. Después de todo, no la culparía culquiera sea su desición, incluso estando tan dentro mío, siempre la he considerado libre, de abrir sus alas y volar, o de posarlas gentilmente a mi alrededor y apartarme del frío de la ciudad. Parece que el cielo se atrevió a llorar en mi lugar. Recuerdo su voz, alegre y animosa como antes; casi sonrío. La lluvia se ha hecho solo una llovisna que aún amenaza con empaparme.
Ahora pienso en ella,la dibujo en el aire, en las caras de otras mujeres, en las gotas de agua descendientes, dibujo su voz en mi oído, dormida, apagada, casi tan triste como el cielo, que me dibuja ahora.
Un Acosta.